sábado, 21 de septiembre de 2013


"COPIA CERTIFICADA"
(¿por qué del otro doblan mis campanas?)


Dejo para los especialistas en cine las precisiones respecto de lo que anuncio: ¿cuántas son las citas que el director iraní desliza en su film?, ¿qué incidencia tienen en la poética del mismo?...

Aquí me alcanzará con tomar una referencia que descubriera en algunas críticas de "Copia certificada" (hay en ésta un diálogo con el film de Roberto Rossellini, "Viaggio in Italia", de 1954) y con una ocurrencia que se me cruzara cuando vi el final de la película de Kiarostami con las campanas sonando.

LA MARAVILLOSA METAMORFOSIS

En "Viaggio in Italia" se trata de un matrimonio inglés que viaja a dicho país, sumergidos en el hastío tras 8 años de casados. Rápidamente la sra Joyce (Ingrid Bergman) le dice al sr Joyce (Georges Sanders) que necesitan hacer algo para salvar el matrimonio. Todo el film transcurre en las ganas de ella por lograrlo y el aparente desinterés de él.


(video montado por Andrea Morán para el blog Filmin365)

Quien haya visto "Copia certificada" encontrará los ecos de ese intento de salvataje en la relación que a medida que avanza el film establece ella (Juliette Binoche) con el sr Miller (otro caballero con nombre literario, interpretado por el barítono William Shimell). Pero...

Pero hay ahí una discontinuidad radical entre una y otra película: mientras que en el de Rossellini es evidente que se trata de un matrimonio, en el film de Kiarostami el público al principio da por claro que él y ella no se conocen, pero a partir de un equívoco que ambos se proponen seguir jugando (una mujer los toma por marido y mujer), el espectador en muchos casos termina por afirmar hacia el final de la película que no, " que seguramente ellos debían de conocerse de antes, que eso que empieza a suceder entre los dos no puede ser el efecto de un juego sino que deben de haber tenido un pasado en común. No puede ser que Juliette Binoche se esté haciendo una película, una copia de cosas que están en su cabeza, y que encima él empiece a entrar también..."


Es maravilloso ver cómo el presente de ese lazo que se va tejiendo mientras caminan por un pueblito italiano le pide a muchos espectadores producir, cual modernos Aristófanes, un mito de origen para esa pareja.

Y precisamente eso que la obra produce, hace resonar un punto nodal que se verfiica una y otra vez en la clínica psicoanalítica: el amante se afana en argumentar cuál fue el origen de esto que ahora está viviendo como amor, o como desamor, y sin embargo ningún argumento sobre ese origen logra estar a la altura de su causa.


El intenso punto en el que el espectador de "Copia certificada" bien podría preguntarse: ¿pero acaso la resolución del quiebre o no de esta relación amorosa, va a depender de si realmente ellos tienen 15 años de casados o si se han conectado por un juego que empezó hace un rato?.

LA COPIA DE UNA COPIA

La otra película que "Copia certificada" me lleva a evocar con ese campanario de los últimos segundos del film es el clásico de Hitchcock: "Vértigo", que también finaliza con el tañir de las campanas.



El drama de aquel detective Scottie que se enamora de Madelaine, una mujer que la muerte pronto le arrebata; pero que luego encuentra a Judy, muy parecida a ese amor perdido, a la que intentará "armar" a imagen y semejanza de aquélla.

Sólo que en el final Scottie descubrirá un doble engaño: no solamente que la segunda mujer, Judy, era aquella primera de la que él se había enamorado (y que no había muerto como él creyera), sino que, además, la primera mujer, Madelaine, era en sí misma un montaje, un personaje armado para engañarlo. Con lo cual alguien podría decirle al bueno de Scottie: "bueno, hombre, la que tenés adelante es la mujer de la que en definitiva te enamoraste, el original". Y él con toda razón responder: "¡no!, es ella pero... ¡no es ella!". 

(imagen de promoción del film, ya que en la historia Judy y Madelaine se suceden y no se cruzan)

En ese final notable Scottie descubre que la mujer que tiene en frente no es la copia del original perdido, sino la copia de... una copia. Junto con él el espectador bien podría preguntarse: pero entonces, ¿dónde está el original?.

Y con el film de Kiarostami uno podría responder: ¡qué importa lo que está en el origen a la hora del amor!. Y bien podríamos poner a dialogar a Kiarostami con el maravilloso final de Chaplin en "Luces de la ciudad" que solemos utilizar en el taller de "Lacan con cine": ¿acaso hay chance de que lo que origina el amor sea otra cosa que un montaje?. 

Al calor de este diálogo fílmico es que se abre una pregunta que atraviesa tantos tratamientos psicoanalíticos: ¿qué amo en el que amo?. O, si prefieren: ¿por qué del otro doblan mis campanas?. 

Ese qué se convierte una y otra vez en una resonancia que se escabulle de las imágenes de cualquier historia con la que quisiéramos argumentarlo.


Lic Guillermo Cabado 

PD EN RELACIÓN AL FINAL DEL FILM : dejo para otra ocasión el desarrollo de esto que aquí adelanto: ¿es seguro que él se vaya a tomar ese tren de las 21hs?. Hay una clave en el origen de su libro: una escena en 2 tiempos, que transcurre en Florencia. Si aplicamos una lógica simbólica y no nos dejamos llevar por el prejuicio de lo que imaginamos, podremos leer una regla de juego que se repite entre ellos a lo largo de toda la película.








2 comentarios:

  1. Se me ocurre con tu análisis, si es posible pensar un amor sin un relato que lo nombre. Casi como una necesidad de estructura. Una construcción que le dé una entidad. En esa construcción siempre hay mito y si es mito, es de lo que no se sabe que pulsa por escribirse de algún modo. A veces pienso que si Romeo y Julieta no hubieran tenido como enemigo a los Capuletos y Montescos, se hubieran casado y nadie los hubiera conocido. O seguramente hubieran tenido de enemigo la rutina matrimonial y la obra hubiera sido...escenas de la vida conyugal. El amor llama al relato desde su propia naturaleza.
    Analia Vanoli

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  2. Hola Ana!. Gracias por tu comentario. Me encanta eso de "el amor llama al relato desde su propia naturaleza". Y le hilvanaría: porque el amor es lo que del relato se escabulle. Ese "pas-de-sens" que, con el equívoco que se producía en su lengua, Lacan detectaba en una escena de "Escuela de mujeres" de Moliere y en la irrisión de la pulida esfera platónica a cargo del mito de Aristófanes: el "paso de sentido" que remite siempre a un "sin-sentido". Por eso quizás es que los argumentos que nos damos sobre el amor nunca están a la altura de su causa. Saludos!

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