VARIACIONES SOBRE YAYOI KUSAMA - (parte II)
Yayoi Kusama, ¿es parachicos?
- ¡Mamá!!!, ¡¡ella no tiene pito!! - grita aterrorizado
el hermano del medio respecto de su hermanita menor.
Su hermano apenas mayor que él lo tranquiliza:
- "no te preocupes, ya le va a crecer"
(anécdota alguna vez oída)
Dicen que en cierta ocasión Oscar Masotta,
sosteniendo una dirección muy diferente a la del rancio machismo
se preguntaba respecto a la observación freudiana sobre la creencia infantil:
"¿por qué la premisa universal del falo
y no, por ejemplo, la premisa universal del culo?"
- "no te preocupes, ya le va a crecer"
(anécdota alguna vez oída)
Dicen que en cierta ocasión Oscar Masotta,
sosteniendo una dirección muy diferente a la del rancio machismo
se preguntaba respecto a la observación freudiana sobre la creencia infantil:
"¿por qué la premisa universal del falo
y no, por ejemplo, la premisa universal del culo?"
"Ayer fui a ver la muestra de Kusama en el MALBA", dice una locutora en un programa radial. Y remata: "a pesar de lo que se dice, esa muestra no es para chicos. Está llena de falos. ¿Cómo le explicás eso a un niño de 7 o 10 años?".
Sin dudas esa mamá no tiene por qué saber que desde que Freud entró en el siglo XX no hay mundo de niños sin falo (1). Pero acaso sin saberlo lo sepa. Al fin y al cabo no nació adulta.
Pero a juzgar por la pregunta final de la mamá, en su planteo previo ("esa muestra no es para chicos") acaso haya que leer esto: "esa muestra no es para estar con chicos".
El deslizamiento nos enfrenta a un clásico del parachicos:
* el niño mira la obra (cine, teatro, plástica).
* El adulto mira al niño mirar.
* Alguien comienza a inquietarse: el adulto.
(luego podrá concluirse por qué escribo parachicos como quien escribe paragolpes)
(luego podrá concluirse por qué escribo parachicos como quien escribe paragolpes)
Pero hay algo más: no importa cuál sea el contenido de la respuesta que esa mamá querría o podría dar. Porque ya está claro desde dónde la dará: desde la explicación.
Y ése es todo el problema...
"¿Qué quiere quien me tiene que querer?"
Corría marzo de 1957. Lacan se decide al fin a abordar el único de los grandes "historiales clínicos" de Freud que aún no había tocado: el de aquel niño llamado Hans, que no necesitó de Yayoi Kusama para vérselas con el falo (2). Pero...
Corría marzo de 1957. Lacan se decide al fin a abordar el único de los grandes "historiales clínicos" de Freud que aún no había tocado: el de aquel niño llamado Hans, que no necesitó de Yayoi Kusama para vérselas con el falo (2). Pero...
Justo antes de meterse con Hans, Lacan reabre un expediente del año anterior, tiempo en el que había puesto su foco en la psicosis: "¿qué es un padre?".
Y si leemos la lógica de su planteo con un poco de atención veremos que un padre no es el señor con pito que el niño llama papá (aunque no se excluye).
Un padre es cualquiera que el niño ponga a responder, cuando se trata de la pregunta crucial. Permítanme escribirla como a mí me sale:
"¿qué quiere quien me tiene que querer?"(3).
Hay tantísimas preguntas que bien pueden traducirse en ésa única.
(también la pregunta que hace transpirar a esa mamá por anticipado:
"¿qué pensás de esa cosa que tanto aparece entre los lunares de Kusama, ma?")
Un naufragio de boyas erectas en un mar de explicaciones
Ahora bien, justo en ese punto Lacan hace un distingo que yo aquí voy a resumir de un modo que espero no resulte muy "guaso":
- no es lo mismo que quien responda pretenda hacerlo con garantía de respaldo (o sea: que su respuesta pretenda sostenerse en un orden asegurador, ese paraguas bajo el que me amparo cuando no estoy seguro de lo que debo responder, un orden que garantizaría que lo que digo sea entendido y aceptado por el otro....)
- que cuando quien responde lo hace sin necesidad de apoyarse en esa garantía. Y no por soberbia, sino porque sabe que es inevitable al responder, al decir "esto sí" o "esto no", que haya en eso una arbitrariedad que no se eliminará por ampararse en el supuesto orden de cómo-son-realmente-las-cosas (eso que suele manifestarse en un "¿me entendés que es así el orden del mundo y no una ocurrencia mía?").
El primero es el que hipoteca su respuesta al ponerse explicativo. Tanto que sus argumentos podrían resultar un naufragio de boyas erectas en un mar de explicaciones..
El segundo cuando responde deja una resonancia (no se trata de lo que dice, sino de lo que en lo que dice reverbera). Una reverberancia que suena más o menos así: "lo digo yo. Punto".
Un punto a veces evita un océano de lunares. Y el naufragio.
Lic Guillermo Cabado
(la parte III será un cruce entre la red significante lacaniana, la teoría de la formación del valor en Marx y algunas imágenes de la obra de Yayoi)
(Para ver la parte I de esta serie: CLIC)
(1) "Ah, claro, ¿y antes de Freud qué había?. ¿El falo aparece porque Freud lo escribe?". Invento un posible interlocutor para esbozar un asunto que escapa a este recorte de hoy: ¿el psicoanálisis describe lo ya existente o habla de lo que su mismo dispositivo produce?. Lo cual nos lleva a otra cuestión: ¿el caso Hans es el caso de ese niño que Freud supo conocer de antemano o es el caso de un papá hablándole a Freud y usando el término "Hans"?. Uf, qué ruido hace la palabra "caso"...
(2) con el tiempo se conoció el verdadero nombre del pequeño Hans: Herbert Graf. Y con él su devenir artístico: http://vestirlaopera.wordpress.com/entrevista-a-herbert-graf/
(3) ¿A la diferencia que hay entre lo que quiere y su quererme podríamos llamarla deseo?.
Alguien me ha preguntado sobre ese "tiene que quererme": apunto a una cuestión de estructura, a lo que por estructura se hace necesario. Eso permite desplazar el eje del embrollo de si la mamá tal o cual necesariamente tiene que querer a un hijo. Asunto siempre contingente. Hablamos de un lugar antes que de tal o cual persona.
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