domingo, 1 de noviembre de 2009



"MARADONA" NO ES MARADONA

("Sigan chupando")





Corría 1913 cuando Freud terminó de escribir "Totem y tabú".

A condición de que leamos en él el dibujo de una lógica y no un tratado antropológico, hay allí el guión del famoso culebrón desarrollado tras el partido entre Uruguay y Argentina por las eliminatorias para el mundial de fútbol de 2010 (1).

La lógica de un modo de relación entre personas.

No tengo modo de saber qué pasa por la cabeza de esa persona que es Diego Maradona. Jamás me ha dirigido la palabra para decirme "a mí me pasa que...". Ninguna psicología sobre él entonces.

El que sí me dirige la palabra es este relato multimedia (televisión, radio, diarios en sus diversos soportes) a través del cual me llegan las palabras de Diego y de tantos otros.

Quiero decir: poco importa saber cómo son los hechos más allá del relato; si éste es acaso fiel a ellos o los falsea. ¿Para qué?, si con lo que hemos estado dialogando uno y otro y otro más, durante estos días, es con ese tejido, ese entramado que aquí llamo "el relato".

Es entonces que se me impone esta pregunta: ¿de qué me habla?.

Pregunta no unívoca por cierto. A saber: ¿qué lo lleva a ese relato a buscarme? y/o, también, ¿qué de ese relato hace que yo me vuelva su oyente?.



¿Qué hay en ese relato que lo lleva a buscarme?

En él se me ha dicho que Maradona llegaba a la selección para "unificar el vestuario", lleno de megaestrellas casi teenagers que ya no le respondían a su técnico, Basile. Que la diferencia generacional entre ellos y "el Mister". Que la abrupta fama de la que ellos gozaban. Que sólo la figura de Maradona era capaz de producir ese efecto que hace que las miradas dispersas y singulares se unifiquen alrededor de un eje en común. Que la eficacia simbólica de la figura de Maradona ya había sido probado en el vestuario de los últimos Juegos olímpicos. Que en Pekín, Riquelme y Messi empezaron a hablarse, a sumar y no dividir.

Una vez más: me estoy centrando en el relato que nos habla. No me intereso por ir a verificar si es así o no es así en el "más allá" constituidos por los hechos "de la realidad". Para no extraviarse en esta pregunta planteada es necesario recordar que no hay ningún más allá de ese tipo, sino un acá: es este relato el que nos pone a opinar, a llamar a las radios, a elucubrar teorías sobre como somos "los" argentinos, a subir comentarios a Facebook, a escribir un artículo para una revista...

La figura de Maradona es en este relato una construcción hecha no sin la prodigiosa zurda del 10, el uso que cada quien hace de sus gestas deportivas, sus clásicas intervenciones en el relato mediático ("se te escapó la tortuga", "me cortaron las piernas", "la pelota no se mancha", "soy blanco o negro, nunca gris"), las opiniones sobre esas intervenciones, etcétera, etcétera.

Una construcción que no coincide con su portador, la persona que se llama Diego Armando Maradona. Y no coincide porque ese entramado, si no es sin tantas cosas que él produce, tampoco se reduce a ellas.

La figura de Maradona en ese relato es una construcción de imágenes y dichos, textos, que exceden a lo que hace-hizo-dice-dijo-Maradona (a veces cuando Diego habla en tercera persona hasta pareciera estar ilustrando esta diferencia entre él y esa construcción en nombre de la cual se dice o se escucha).

Ese relato resulta una red de textos que sostiene un axioma. Un axioma no es más que otro texto, pero con un lugar diferencial.

Un texto diferencial que en el relato no debe ser puesto en discusión.

Un texto, un trozo del mundo simbólico, o como quieran llamarlo a sabiendas de que la extensión de este artículo me inhibe de abundar en más precisiones, que tiene la particularidad de que puede ser interpretado de tantas formas que en sí mismo no termina de significar algo específico.

Y he aquí la voltereta, el pase de manos, el número de eficacia simbólica: lo que hace un momento decíamos que era texto sostenido por esa red, ahora decimos que se invierte en el sostenedor de toda esa red, en la condición necesaria para que ella, para que todo ese tejido de dichos e imágenes pueda tener coherencia, consistencia. Para que esa red parezca guardar una unidad de sentido y no resulta un frágil montaje cuan pompa de jabón pronta a estallar.

La figura "Maradona", ese cacho de símbolo, ese texto que no es uno más de esta red, tiene en esto su eficacia: en que es un texto que significa... nada. Un símbolo que nunca termina de entregar qué demonios está queriendo decir, y por eso mismo es que nos hace hablar tanto (insisto: hablo de la "figura/símbolo", no de la persona). Un símbolo que porta, al decir de Borges, la inminencia de una revelación que no se produce.

Un símbolo que no es uno más en la red: es el que se hace cargo de que toda la maraña de cosas que decimos tenga alguna unidad y no se vuelve un marea dispersa de sonidos inconexos. Un texto que "se sacrifica" para que haya "los demás", para que haya "un conjunto", un orden con algún significado.

Un texto apaciguador, una suerte de cuerpo que, cual vértice de pirámide, sirve para juntar todos "los demás cuerpos". Un cuerpo que nos pone en comun-unión. Comunión.

Ese texto guarda en la red un lugar lógico. Es ese lugar en el que Freud ubicara en aquel escrito de 1913 al tótem: una figura con función simbólica. Una figura erecta sobre un lugar vacío alrededor de la cual toda la tribu se a-úna. Y en esa elaboración Freud precisó, ajustó su pregunta: ¿cuál es la razón, cuál la necesidad de erigir, parar, erectar, esa figura fálica donde hay un lugar vacío?.

Por supuesto, necesitó pensar sobre ese vacío. Y en esa reflexión se encarriló para donde suele encaminarse el sentido común: si ése es un lugar vacío es que antes algo hubo. Luego: ese tótem evoca allí una ausencia. Freud pergeñó en ese punto de su razonamiento una explicación antropológica en el registro de lo que llamara "la horda primitiva", para tratar de articular una lógica que él escuchaba resonar en tantos relatos del consultorio.

Su explicación antropológica fue ampliamente cuestionada en lo que a su pertinencia antropológica respecta. Pero con el tiempo otros pensadores supieron despegar la argumentación usada por Freud, de la estructura que aisló e intentaba justificar. Así su argumento tomó la condición de mito. Y los mitos tienen su valor de verdad no por su "verdad histórica" sino porque logran articular una lógica que está presente en el pensamiento de las personas. En este caso, en el modo que tienen seres hablantes de hacer lazo con otros, de entrar en común unión.

El mito freudiano: aquel lugar vacío sería el que habría dejado vacante cierto Macho-Cabrío- Amo-y-Señor de todos los bienes gozables que había sobre la faz de la tierra. Una suerte de Primer Padre Feroz y Arbitrario que mantenía bajo su capricho a todos los demás. Esos "todos los demás" un día decidieron aliarse, juntar fuerzas, volverse conjunto para eliminar a Ése. La alianza fraterna terminó matando a ese Proto-Padre....

Tras su muerte a manos de esa unidad de lo diverso ("no nos une el amor sino el espanto"): queda el lugar vacío, vacante. Y una tensión particular, entre la culpa por el asesinato y la posibilidad de que en cualquier momento alguien caiga en la tentación de ocupar ese lugar. Entonces: la alianza se sella con un acuerdo, con una regla de juego, con una construcción llamada LEY a la que someterse.

Ese tótem, esa figura erecta, esa construcción que excede a la mera imagen de madera, se vuelve un símbolo que se ama, que se adora, que se idolatra. Por supuesto, en el amor las resonancias a ese asesinato no se acallan. Tampoco esa curiosa relación amor/odio. Se comulga pensando en esa ausencia allí representada como un modo de "mantener en caja" esa tensión.

En definitiva: ese tótem, esa figura/símbolo, se vuelve un pre-texto a toda la trama de textos, a todas las historias que tejeremos sobre el "nosotros". Un axioma que sostiene todo nuestro edificio, nuestro cuerpo social. Un cuerpo social que se alimenta de él, y alimentándose de él se recuerda la ley, la regla de juego que se ha dado para mantenerse juntos.

Esa ley, sostenida en esa figura/símbolo, necesita ser ejercida por alguien.

Alguien viene a ocupar ese lugar simbólico para constituirse en su agente, representante. Ese agente es la variable, la ley sostenida en la figura la función.

Alguien viene a ocupar esa función a condición de no confundirse con el lugar en sí mismo, con ese ideal simbolizado. Y más tarde o más temprano sucede que nos topamos con que el agente "no está a la altura". Sucede que se evidencia la diferencia entre ese ideal y su ejercicio. Y más se evidencia cuanto más se quiere negar esa diferencia.

Esa diferencia entre el tótem erecto y su agente, fue el motor de ese culebrón post partido (1) en el estadio Centenario. En este relato, Diego Armando Maradona es la persona parada en el lugar vacío que el símbolo Maradona delimita. Maradona es el agente de Maradona. Y esa diferencia nos recuerda que ese símbolo lo excede, no está construido por él aunque no sin él. Es que allí se trata de una construcción en el entre dos (dos que son él y los otros). La red construida está en ese entre.



¿Qué de ese relato hace que yo me vuelva un oyente?

Un culebrón es un relato dirigido a. Un relato que busca su oyente. Pero, nunca termina de ser relato hasta que alguien no dice "éste palo es pa' mi gallinero" o "carta para mí, ¿dónde firmo el aviso de recepción?".

Y en este punto lo que conviene preguntarse es: ¿por qué yo estoy hablando de esto?, ¿qué de mí me lleva a responder a esta red que llamo relato?.

¿Qué de mí me ha puesto a escribir este artículo?.

¿Por qué al mismo periodista que dos días antes del episodio comentado dijo en radio Mitre que "Serrat es un sorete", cuarenta y ocho horas después se lo podía escuchar rasgándose las vestiduras por el "sigan chupando" de ese hombre que se llama como el tótem, "Maradona"?.

¿Qué de lo que en cada quien se agita lo puso al famoso conductor radial y televisivo a armar el entre dos con esa red, con ese relato, con ese juego?.

Así las cosas aquí no cuenta por qué dijo lo que dijo la persona Maradona (acaso si las reglas funcionan puede que le toquen las generales de la ley, en tanto que ejerce una función). Aquí se trata de lo siguiente: "¿qué estoy haciendo yo llamando a la radio, opinando en la tele, discutiendo en el taxi esta historia?", "¿qué hago yo con esa red a la que le ofrezco mi oreja?". En definitiva: ¿qué significación tiene para mí?, ¿qué toca "Maradona" de lo que en mí se agita?.

Preguntas en las que estamos solos con nuestro cuerpo. Ninguna comunión, ninguna ingesta del cordero sacrificado, ningún fuego encendido para sazonar el culebrón o para quemar a la bruja de turno. Ningún tótem erecto al que rendirle nuestros honores. Solos para responder por eso que en cada quien se agita.


Guillermo Cabado


PD: recomiendo ver la vieja película "Doce hombres en pugna" con Henry Fonda, para ver algunos usos posibles del símbolo a la hora de los acuerdos.


(1) "el culebrón post partido":

"culebrón" alude a un género fogoso y delicioso de ficción. Y entiéndase ficción no en el sentido de "lo no verdadero", sino como un modo de construir una verdad dirigiéndosela a un oyente.

"post partido" alude a los episodios suscitados después del partido de referencia, a partir de las declaraciones de Maradona dirigidas a periodistas, en las que se destacó la frase que forma parte del título de este comentario: "sigan chupando", con sus obvias connotaciones sexuales.