jueves, 3 de diciembre de 2015



ESTE BLOG TIENE AHORA SU CONTINUIDAD EN ESTE OTRO:

lunes, 22 de diciembre de 2014



ÉSTE ES UN BLOG PARA ENHEBRAR
QUÉ ES EL HACER 
EN UN PSICOANÁLISIS.


EN OCASIONES ASOMÁNDONOS AL HACER DE ALGUNOS ARTISTAS Y SUS PROCEDIMIENTOS
EN LO QUE ELLOS PUEDAN TENER
DE FORMALIZACIÓN 



 Es que hay cierto modo de hacer  
donde el psicoanalista y el artista se cruzan. 
Es en el exacto punto de esta pregunta:

¿Cómo es que 

operando con símbolos
se produce
lo imposible de significar? 





Lic. Guillermo Cabado




EL MURO (de Facebook)


(un cuento pagano de navidad)


"Entre el hombre y la mujer,
está el amor.
Entre el hombre y el amor
hay un mundo,
Entre el hombre y el mundo 
hay un muro”

(6/1/72, seminario “…o peor”
Lacan cita con un lapsus 
el fragmento del poema de Tudal 
que había inserto en “Función y campo de la palabra y del lenguaje”) (1)



¿Qué hubiese pasado si no entraba a Facebook?. Acababa de arreglar una cena a solas y al fin. Había disfrutado de la insólita paz que me llega de este rito de armar cada año el árbol de navidad. Pero.
Pero tuve que entrar a la red social. ¿Era necesario?. No es seguro. Contingente, en cambio, resultó  toparme con estas palabras de Marcela Alluz en su muro:

“Yo no quería cogérmelo. No. Tan sólo charlar un rato. Tomar un café en esta siesta así, de lluvia y neblina. Hablar de mí, claro, de qué más puedo hablar yo. Contarle algunas cosas y que él piense, oh, cómo me gusta esta mujer. Quería reírme mucho y que me viera los dientes y los hombros y las clavículas, que son lo más lindo que tengo. Por eso lo busqué y lo llamé y lo mensajee y le dejé guijarros redonditos y blancos hasta mi escritorio.
Sólo eso quería. Nada de este cuarto con olor a poett, ni estas sábanas estiradas, ni esta angustia que me nace ahora en el medio de la panza. Nada de este cuerpo que ahora vuelve a tomarme y se ríe y me pregunta, esto buscabas. No. No. No buscaba esto, te juro. Pero. A las mujeres como yo que las tardes nubladas les quedan grandes y tienen una boca inconveniente y palabras soltadas al azar, a las mujeres como yo no las entienden. 
Entonces. Me pongo las sandalias con este gesto cansado y confundido, y estas manos, estas manos que siguen buscando la taza de café y esos oídos, esos oídos que tenían que escucharme un rato nada más en una confitería de barrio, escondidos los dos, como si fuéramos amantes, pero sin llegar a serlo.
Boca inconveniente.”

Cerré la aplicación. Tomé el teléfono y llamé a Lucía. Después de un balbuceo cancelé la cena recién acordada. Al cortar me alivié: no soportaría enamorarme de ella y un día enterarme de que empezó a necesitar de un café con otro que le desee el ser y la clavícula. Dejé la mente en blanco y sobrevino un pensamiento idiota: un árbol de navidad no necesita la alquimia del agua y la luz.

Ahora mismo sigo sin saber qué decir de mi paz.



Guillermo Cabado
navidad de 2014

Para visitar la página WEB de la escritora Marcela Alluz, cuyo texto inserté en este relato, clic aquí 

(1) El texto no errado era: “Entre el hombre y el amor/está la mujer/ Entre el hombre y la mujer/hay un mundo/Entre el hombre y el mundo/hay un muro”



Cuento de navidad

."OCRE"


Dedicado a Harvey Keitel y William Hurt,
a su lenta conversación
envuelta en la bruma de “Cigarros”.






Un mes y diecisiete días es lo que demora en suceder una casualidad. Estuve en los jardines del museo un primero de noviembre por la mañana. El sol cosía verde con verde y las esculturas de la exposición tendían a la sombra. Entre todas ellas un hombre y una mujer permanecían sentados en un banco. Eran de plástico transparente y quien los diera a luz les había imaginado carne de hojas secas en todo el considerable cuerpo y cáscaras de mandarina en el músculo del corazón.


Un mes y diecisiete días es lo que demora en suceder una casualidad. El 17 de diciembre por la casi noche volví a encontrar a la pareja en la calle, lejos del museo y de Belgrano. Estaban como muertos, abandonados sobre un cesto para bolsas de residuos entre los árboles de la calle El Salvador. Cómo no reconocerlos. El con su cabeza como una gran nariz, ella con el mismo gesto insólito de ensueño. Dudé qué hacer. Quise llevármelos a casa, a pocas cuadras de allí, pero apenas levanté al hombre me di cuenta de cuánto pesaban esos desangelados. Fui a cambiarme de ropas, estaban sin bañarse seguramente desde hacía días, siglos. Regresé con ayuda casual: Daniela, de visita, aceptó colaborar sin hacer preguntas sobre esos seres.





Caben demasiados imprevistos en dos cuadras y media. Estábamos por llegar hasta la pareja sobre cesto de residuos cuando vi dos cartoneros avanzando en dirección contraria hacia el mismo objetivo. Empecé a correr desesperado por llegar primero. La calle es así: no abundan los encuentros ni los hallazgos, acaso sean lo mismo, y los codos son un buen recurso de las malas artes. Llegué a ellos. Para protegerlos tracé con mi torso un arco convexo sobre la perpendicular del cesto. Los hombres pasaron de largo con sus carros. Acaso el plástico no cotice como el cartón. O tal vez intuyeran las dificultades por venir. Yo no.

Descolgué al hombre de plástico y hojas. Tenía un olor espeso, como de muerto. En ese momento no me di cuenta de que ya lo había decidido: solamente lo llevaría a él. Dos hubiesen sido demasiado tamaño y demasiado olor para una casa. Lo cargamos tomándolo de las axilas y de las piernas. Ya nos íbamos cuando vi que el corazón estaba tirado en el piso. Se lo puse y emprendimos el regreso.




Caben demasiados imprevistos en dos cuadras y media. Por sobre la cabeza de Daniela vi de repente la luz azul y nerviosa de un patrullero detenido en la esquina. Presentí lo que iba a suceder: no pudimos pasar con el cuerpo sin evitar las sospechas policiales. 

“Buenas noches”. Buenas noches. “¿Qué le pasó?”. Miré al oficial. Era un modo discreto de preguntarle ¿qué le pasó a quién?. Entendió: “al hombre que está cargando”, me dijo. El aspecto de la víctima volvía agua entre los dedos cualquier respuesta que yo intentara.

Demorados, sin antecedentes pero sospechosos. Para peor un inesperado descubrimiento de los federales: el corazón aquel no pertenecía al hombre sino a ella. “¿Con qué fin le habíamos quitado el órgano cardíaco?”. Juro que sólo entonces vino a mi memoria la imagen de la pareja sentada en el jardín del museo Larreta: él apoyaba el brazo en el respaldo, la mujer inclinaba su cabeza hacia el hombro del varón. Y el corazón, naranja de mandarinas, como florecido, latía sobre su pecho, el suyo de ella. “¿Qué hace este tipo con ese corazón?”, insistió el hombre azul en la comisaría. Deseché el atajo de la pregunta como repuesta (“en las condiciones en que la encontré, ¿para qué podía necesitarlo ella?”)..
.

Abandono de persona. Robo de órganos. Imputaciones que no me dejaban pensar. Tampoco aún ahora logro argumentar. Este pesar no cede y no puedo saber si esa luz azul y nerviosa que no cesa de latir es la del patrullero que persiste o acaso sea la luz única con que decidí alumbrar este año el árbol navideño. Como sea, el hombre de carne de hojas ocre está sentado junto a mí. Y en el silencio de esta noche su imagen me mantiene despierto: ¿qué hace un hombre con el corazón de una mujer?.




diciembre de una navidad
Guillermo Cabado


(la escultura en cuestión fue presentada en el Museo Larreta en la muestra “Esculturas en el jardín XII”, se tituló “Corazón de mandarinas” y su autora Carlota Petrolini; fue la única obra plástica de las muchas que vi durante el año de esa navidad, que reencontré en la calle. “Cigarros" es esa encantadora película basada en un guión de Paul Auster y que recomiendo mirar para calentar el alma)

jueves, 30 de octubre de 2014


SÓCRATES

(Lacan con Rossellini,
o "¿qué tendrá el petiso?")

- 2da parte -



En la primera parte citamos un pasaje del seminario 8
donde Lacan se cuestiona la incidencia de la presencia de los cuerpos en la interrogación analítica.
Para ello evocaba lo que se ponía en juego cuando Sócrates interrogaba a su interlocutor.
Ya hace tiempo que estaba adquirido, desde su seminario 2, que de su interés por lo que operaba en la mayéutica socrática no debe desprenderse la creencia de que Lacan plantease alguna continuidad entre esa praxis y la del psicoanálisis.



SEGUNDO PASAJE COMENTADO (en la era de las terapias por Skype, algo sobre la presencia de los cuerpos)

(Han pasado 7 reuniones desde aquel pasaje citado en la primera parte)
"Con la interrogación socrática, con lo que se articula como sien­do pro­pia­men­te el método de Sócrates, por el cual, si ustedes me per­mi­ten este juego de pa­la­bras en griego, el erómenos, el amado, va a con­vertirse en el erotómenos, el in­te­rro­ga­do(ya fue dicho: en este seminario Lacan utiliza el término "erómenos" (amado) para, entre otras cosas, ubicar la posición con la que suele llegar un consultante a ver a un/a psicoanalista: "digame qué tengo, doc". Una posición que conlleva una demanda -"demanda"
es tanto "pedir" como "preguntar"-: "¿soy digno de tu interés?". Una de las cosas que Lacan va a buscar en el modo en que Sócrates trata a la palabra del otro es cómo sucedía que alguien que estaba en esa posición de "erómenos" podía pasar a otra posición: "erastés", cómo podía pasar del "¿qué tengo?" a un hablarle motorizado por una falta que empuja a decir sin pretender gobernar la verdad que puede surgir de ello. Este juego de palabras en griego que torsiona "amado" en "interrogado"... pone en el tapete algo crucial para el pasaje de posición antes mencionado: ¿cómo pensar la instalación de una auténtica pregunta en el que viene a consultarnos?. Una auténtica pregunta y no una pregunta retórica, ésas que se verifican cuando se cree que porque alguien enuncia una pregunta sobre sí mismo ha entrado en análisis y luego constatamos que sigue estando en posición de "decime vos, ahorrame el vértigo de lo incierto"). Sócrates no hace más que hacer surgir un tema que desde el co­mien­zo de mi comentario he anunciado varias veces, a saber, la función de la fal­ta,

(Roberto Rossellini)

(se empieza a esbozar una respuesta: introduciendo el tema de la función de la falta. No es obvio qué quiere decir eso. Pero por lo pronto digamos que en estas posiciones se advierte que lo que está en juego es una posición respecto del saber, pero a su vez, habida cuenta los nombres que utiliza para nombrarlas, esa relación al saber no es sin el Eros que se pone en juego allí, y eso ya nos da pistas de cómo ubicar la especificidad de la transferencia en psicoanálisis: algo que se diferencia de lo que podría ser un fenómeno, ése que bien puede darse con mi tía -"cuando hablo con ella, ocupa un lugar que la trasciende, es como si la tomara por otro que ella misma, no importa quién, pero la misma boludés me la dice un amigo muy inteligente y no le doy ni pelota, en cambio con ella..."-.. La articulación entre saber y Eros será cada vez más crucial entonces para pensar la cuestión. Y ESTO AUTORIZA A REINTRODUCIR LO QUE LACAN ESBOZARA EN EL PASAJE CITADO LA VEZ ANTERIOR: ¿CÓMO INCIDE LA PRESENCIA DE LOS CUERPOS ALLÍ?. Y agrego lo que bien puede ser un programa de un recorrido a realizar con posteriores desarrollos de Lacan: ¿CÓMO PENSAR ESE "CUERPO" SI SABEMOS QUE EL PSICOANÁLISIS NO SE JUEGA EN EL ESPACIO TRIDIMENSIONAL SINO EN EL TOPOLÓGICO?. SI SABEMOS QUE NO SE TRATA DE "LA SUSTANCIA EXTENSA" CARTESIANA, ¿PODEMOS CONCLUIR QUE LOS CUERPOS DE LA TRIDIMENSIÓN, ÉSOS QUE PUEDEN SALUDARSE ESTRECHANDO LA MANO O CON UN BESO, ÉSOS QUE EN UN MOMENTO DE ENOJO TENDRÍAN LA POSIBILIDAD MATERIAL DE DAR UN CACHETAZO AL OTRO, ¿TIENEN ALGUNA INCIDENCIA EN LA TRANSFERENCIA?... Lo cierto es que en lo que sigue Lacan da un ejemplo de cómo Sócrates hace emerger "el tema de la función de la falta"...) Todo lo que Agatón dice por ejemplo sobre lo bello, que per­te­ne­ce al a­mor, que es uno de sus atributos, sucumbe ante la in­te­rro­ga­ción de Sócrates ― Es­te amor del que hablas, ¿es o no amor de al­go?. Amar y desear algo, ¿es tenerlo o no te­ner­lo?. ¿Se puede desear lo que ya se tiene?" (18/1/61) (1)

En una tercera y última parte tomaremos lo que sigue de este pasaje del seminario. Mientras tanto, aquí la segunda parte de la película de Rossellini, "Sócrates":

SEGUNDA PARTE DE "SÓCRATES" (1971)





(1) Texto establecido por Ricardo Rodríguez Ponte 


Guillermo Cabado

Para leer la primera parte, CLIC AQUÍ

domingo, 26 de octubre de 2014



SÓCRATES

(Lacan con Rossellini,
o "¿qué tendrá el petiso?")

- 1ra parte -



Seminario 8. 
Lacan dice que le llevó 10 años de seminario poder ocuparse al fin del corazón de la experiencia psicoanalítica: la transferencia
En ese seminario le llevará 12 reuniones (sumémosle los 10 años previos) modificar la concepción que Freud tuvo sobre la cuestión transferencial. 
Durante esas 12 reuniones una y otra vez Lacan intentó extraer de Sócrates "el secreto" de los efectos que producía en aquellos que lo venían a ver...
Los dejo con el film de Rossellini y un pasaje del mencionado psicoanalista.




PRIMER PASAJE COMENTADO (en la era de las terapias por Skype, algo sobre la presencia de los cuerpos)

(Lacan está hablando de lo poco problematizado que estaba por entonces entre los psicoanalistas la presencia de los cuerpos en un análisis; cuestión de gran interés 50 años después, en la era de las terapias por Skype)
"Es curioso que tengamos que pasar por la referencia socrática pa­ra ver su al­­can­­ce. En Sócrates, quiero decir ahí donde se lo hace ha­blar (al asunto de la atracción de los cuerpos), la referencia a la be­­lle­za de los cuerpos es permanente. Ella es, si po­demos decir, animadora de ese mo­­men­to de interrogación en el cual no­sotros incluso no hemos entrado todavía (la belleza tiene su papel importante en la mayéutica socrática), y don­­de inclu­so no sa­be­mos todavía cómo se reparten la función del amante y la del a­ma­­do (erastés y erómenos, serán trabajados por Lacan como dos posiciones a leer en el decir del paciente: el consultante llega en posición de erómenos, de "dígame qué tengo, doc", y con ello se pone en juego una demanda: "¿soy objeto de tu interés/amor?"... Uno de los problemas cruciales del seminario será: ¿cómo favorecer el pasaje de esa posición a la de "erastés"?... es decir a una posición donde ya no juegue el "no sé qué, pero tengo... ahora te toca a vos decirme qué", y empiece a primar la falta, "hablo sin tener dominio y acaso jamás lo tenga"). Por lo me­nos, ahí las cosas son llamadas por su nombre, lo que nos permite ha­cer a este res­pecto algunas observaciones útiles.

         Si algo en la interrogación apasionada que anima el punto de par­­tida del pro­­ce­­so dialéctico (lo cual toca un punto sensible: cómo juega la pregunta de parte del que escucha, cuestión de gran interés cuando la práctica que nos convoca, la psicoanalítica, se reduce a un "hay que preguntar", sin importar cuándo ni por qué) tiene efectivamente relación con el cuer­po (otro detalle fundamental: ¿cómo juega el cuerpo en el preguntar del analista?, más: ¿cómo pensar a estos cuerpos que hace que no sea lo mismo decir algo al otro con la intermediación de Skype que decírselo en condiciones donde no está excluido que los cuerpos se puedan tocar?), hay que decir que en el aná­­lisis, esta relación se subraya por medio de trazos cuyo valor de acento toma su pe­so de su in­­cidencia par­ti­cu­lar­mente negativa (precisamente: en la "pretendida situación analítica", otro tema crucial en este seminario, la cuestión del cuerpo, si aparece, suele surgir como un asunto que complicaría, que jugaría en contra del tratamiento)". (16/11/60) (1)



PRIMERA PARTE DE "SÓCRATES" (1971)




(1) Primera reunión del seminario en cuestión. Texto establecido por Ricardo Rodríguez Ponte 


Guillermo Cabado


martes, 30 de septiembre de 2014


¿QUIÉN NO HA DESEADO CRUZAR UN PUENTE?

(escrito en diciembre de 2004.
Material utilizado en 2007 para el proyecto "CUESTA"
intervención callejera en el puente de Ciudad de la Paz al 100
presentado para el VII Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires) (1)

                                                                   
ANTES DEL RELATO, CLIC EN LA ANIMACIÓN:


Querrán palpar con sus propios ojos el extraño sitio del barrio de Belgrano en el que sucediera lo que estoy por contar. Verificar in situ la existencia de esos objetos. ¿Cómo culparlos?. Aguijoneado por la certeza de que para cada quien que llegue al final de este relato pasar por allí será un volver a pasar, estoy tentado de pedirles que al ir lo hagan de noche. La encrucijada en la que se evapora la calle Ciudad de la Paz, y con ella todo el barrio de Belgrano, no es la misma a la hora negra y azul. Y sé que para los espíritus despiertos, que a ellos les hablo, volver a pasar por lo mismo es vérselas con la grieta que se abre siempre en lo idéntico.
Por esos agujeros del cada vez lo mismo, se abisma lo nuevo. Y con ello el vértigo de lo incierto.
Las puertas agudas de lo por venir.

                                                    

Salí de Palermo en la búsqueda acostumbrada de restos que otros dejan en la calle por no hallarle valor de uso ni, menos que menos, de cambio. Fierros, maderas, formas raras de materiales inespecíficos, y así. Esos restos que en manos de otros nunca se sabe en qué podrán transformarse. Palermo se hizo Colegiales. Colegiales, Belgrano. Para entonces decidí el regreso con las manos vacías. Doblé por Ciudad de la Paz desandando camino. Quien haya pasado por allí sabe del puente que cruza por arriba de la vía del tren para desembocar en Dorrego, ahí mismo donde las calles cambian de nombre y nace Soler y con ella Palermo Viejo, ahora extrañamente llamado Hollywood por algún imbécil. Caminaba por la vereda derecha. El dato parece irrelevante, pero no lo es: es que la vereda derecha de Ciudad de la Paz no tiene destino. Quiero decir que se va angostando hasta desaparecer apretada contra la hilera de casas y el muro del puente que sube.



Precisamente en ese punto de fuga en que la vereda se borronea a la vista, me topé con un espectáculo inesperado: un enorme carrete improvisado como mesa, sobre ella restos de vela y una escultura de una cabeza. Al lado un montículo de basura y una silla desvencijada. Mientras me acercaba no supe si sería capaz de desarmar el montaje. Esos no eran restos arrojados a la calle sin valor de uso. No desde que estaban engarzados en una naturaleza muerta: el trabajo humano recordando la línea que nos separa de la inocencia cruda del mundo. Plusvalía pura.

No llegué. Treinta metros antes me topé con el ventanal de un pequeño restaurante rozándome el hombro. Vi sus mesitas irregulares, su decisión pop y un nombre irresistible: “Sifones y dragones”. Me di cuenta de que tenía hambre y un instante después lo olvidé. Es que sobre una de las paredes del restaurante había un cartel colgado que decía “¿quién no ha deseado cruzar un puente?”. Y retomé el camino, abandoné el montaje y crucé de vereda: en el puente el paso para peatones está sobre la izquierda. No sabía lo que iba a encontrar antes de llegar a él.


                                              
    * * * * *

(Quiero decir, por si acaso se arriesgan hasta allí, que después de cruzar el puente, yendo en la dirección que describo, hay un túnel de no más de cuatro metros de largo que perfora la base de la estructura, uniendo ambas veras. Algunos lo llaman “boca de lobo”. Allí en la penumbra y un rato después habría de encontrar a un hombre rodeado por unas pilas de libros y trastos viejos).


                                                        * * * * *

Crucé. Al ganar la izquierda en vez de encontrarme con otra vereda sin destino divisé la escalera para subir al puente. Sin embargo, extraña coincidencia en la que recién ahora reparo, otra vez algo me detuvo antes de llegar a ella. Bordeando el muro de la base del puente rumbo al primer escalón, vi una puerta blanca cerrada. Quien de ustedes vaya hasta ese sitio comprobará que no parece una puerta de calle sino más bien de interiores. Sin embargo tiene una cerradura tipo trábex. Lo extraño es que uno no imagina detrás de ese muro un espacio habitable sino los cimientos del puente. Sin embargo un pequeño cartel blanco, con letras negras, anuncia: “Restaurante invisible”. Y aún más, otro cartel blanco informa el menú con letras similares:    

                             Entrada
Mouse de aire de librería
Sopa de perlas y jabalí
Papas snack con riff de kiss
Caracoles en Salsa Spleen

                            Entremeces
Punk canapé de salame con dulce de leche
Granité de césped escocés y beso con rouge rojo

                             Platos
Pez blanco con salsa de neón rojo
Pato silvestre con nísperos y humo de pipa
Confit de cardos y ranas con sal de circo
Cabellos de ángel con espuma de ruido 

                             Postres
Helado de agua bendita y acero
Bananas con bronce trompeta y prusiana pana azul
Tradicionales diamantes en almíbar jorge de la vega
Guante de box recién peleado con frutillas y chanel nro 5

Café con syrup de telo
Bombones de chocolate blanco y perfume de juguete nuevo
Licor de fox trox

                                                                 * * * * *






Golpeé la puerta. Nadie abrió. Eso que sentía ya no era hambre, era deseo de pato silvestre con nísperos y humo de pipa. Esperé un rato. Volví a intentar. Nadie respondió. Entonces me di por vencido. Subí el puente, lo crucé, empecé a descender. Divisé a cincuenta metros Dorrego y la continuidad de los barrios. No deseaba otra cosa que ese menú. Al bajar el último escalón, como una sombra fantasmal percibí a mi derecha la boca del túnel que pasa bajo el puente y une ambas veras. Allí estaba el hombre. Me dijo: “¿probó el helado de agua bendita y acero?”. Cortó la hoja de un libro y me la extendió al modo de un repartidor de volantes. En la penumbra observé que en el margen había algo manuscrito. Le pregunté si él era el dueño del restaurante. 

- ¿Cuál? 

- El que sirve pato silvestre con nísperos y humo de pipa 

No respondió. 

Leí en la penumbra, era una página de “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política” de Marx: “El capitalismo parte del supuesto de que la cantidad de tiempo de trabajo es el factor decisivo en la producción de riquezas. A medida de que la industria progrese, la creación de riquezas se volverá cada vez menos dependiente del tiempo de trabajo obrero y cada vez más dependiente de la ciencia aplicada a la producción”.

- Je, lea el agregado de mi puño y letra.



Leí: “¡¡Escrito en el siglo XIX!!. La lógica del sistema es inexorable”. Me dijo:

- Ésa era mi letra de hace quince años. Ya no me sale esa letrita grandilocuente de escribir palabras llenas: “política”, “agremiación”. Hace rato que están desnudas, ¿no es cierto?. Y ahora todos sabemos que no tenían nada adentro.

- Un gallo desplumado. Puede ser la suerte de cualquier palabra

Se enfureció: "¡y sin embargo militamos por ellas!"

- ¿Qué no hacemos por ellas?.- también podría haber hecho un comentario sobre la humedad, no podía pensar en otra cosa que en el pato, acaso por eso se me ocurrió lo del gallo

- Bueno, lleve que estoy ocupado.

Vi que la furia se le había evaporado entonces quise preguntarle, pero continuó:

- Imaginando fuentes de trabajo...

Hubo un silencio. Segundos interminables. Me miró impaciente (recién ahora lo noto). Al fin me decidí:

- ¿Cómo es el confit de cardos y ranas con sal de circo?

Respondió:

- E imaginando fuentes, imagino socios. El sistema tiene agujeros, y por esos agujeros arrojo los dados de mi apuesta, día tras día. Un día, otro día, otro día. Siempre igual. Allí está la diferencia.

Me llamó la atención: a pesar de su aspecto andrajoso había utilizado la “e”, precisamente para evitar la cacofonía con la “i” de imaginando.

                           
                                                                                                                         Guillermo Cabado
(diciembre de 2004)



 (1) El proyecto de intervención callejera fue diseñado junto con Cintia Miraglia y Pablo Estévez. Música de "La Todo Mal Orquesta"

Poco tiempo después de este proyecto la mencionada "boca de lobo" fue reemplazada por una desangelada oficina de un CPG. 
Aún así todo ese sitio mantiene su vieja atmósfera cuando se hace noche.